Más que una especie, el clic es un sonido en vías de extinción. Impiadosa, demoledora, diminuta, práctica y silenciosa, la modernidad se lo llevó puesto con sus cámaras fotográficas digitales. Las máquinas miden centímetros, son tan pequeñas que caben con comodidad en el bolsillo del caballero o la cartera de la dama, y sus botones ya no disparan ni hacen el mínimo ruido. Apenas una lucecita, la del flash, pero ni un chasquido, o un psssss. Nada. Cambiaron los tiempos. Los aparatitos. Y también las costumbres. Antes, las fotos eran familiares. El abuelo con los nietos. Los padres con los hijos. Los tíos con los sobrinos. El estudiante que se recibía de abogado, o de médico. Los compañeros que disfrutaban el viaje de egresados. Los amigos de pic nic. Los novios en la plaza un domingo a la tarde. Los nenes sobre el pony. Hasta hace un tiempo, así era un álbum. La gente mostraba su cuerpo en verano. En la playa o la pileta, y en ningún otro lado. Pero –em pujada por la tecnología– esa historia se dio vuelta. Se transformó. Y en estos días, que de las polaroid instantáneas sólo quedan vagos recuerdos (y algunas capturas amarillentas), se pusieron de moda las imágenes de alto voltaje. Los videos, que ya no esconden ni un poquito de la intimidad de algunas famosas. Y las fotos, como en este caso, desprovistas de movimientos pero con toda la acción encima…
¡Despedida de soltera! Desde principios de abril, la uruguaya Claudia Fernández, la quilmeña Nazarena Vélez, y las porteñas Belén Francese, Luciana Bianchi y Betina Capetillo pasaron juntas cada fin de semana. La gira nacional de El champán las pone mimosas las llevó a compartir viernes, sábados y domingos en hoteles de magnitud o alojamientos algo más modestos, según la importancia del destino, en los puntos más distantes y recónditos de la inmensa geografía argentina. Pero todo lo que empieza debe terminar, y las presentaciones de la obra llegaron al final el domingo 30 de septiembre en Gualeguaychú, Entre Ríos. Entonces, las chicas tenían un motivo para celebrar. Pero no era el único. Porque tampoco era la única despedida: como Betina Capetillo se casará por Civil el próximo 12 de octubre, con un veterinario que se llama Julián (el 9 de noviembre, en la parroquia Santa Elena, de Córdoba, contraerán enlace por Iglesia), le organizaron una despedida de soltera. Una fiesta con todas las letras, en el más abarcativo y literal sentido de la palabra, a la que no le faltó cotillón de ningún tipo. Lo único que faltaron fueron hombres. “Esta noche tiene que ser nuestra, y de nadie más”, se juramentaron las amigas. Entonces, se organizó en un abrir y cerrar de ojos. Mucho champán, a tono con el título de la obra, y un par de strippers femeninas. Dos señoritas que hicieron el deleite de las chicas bailando y quitándose las prendas una por una. Las bailarinas se fueron luego de finalizar su tarea, pero la música y el espíritu festivo se quedaron entre las cuatro paredes, para el resto de la velada. Ya era la madrugada cuando las burbujas rompieron los prejuicios de las actrices. Las diosas se convirtieron en diablitas, y el fervor se adueñó de sus cuerpos descontrolados y sus mentes desinhibidas. Besos, caricias, roces, gestos, complicidad, diversión, locura. Y mucho champán. Porque el champán, aquella noche, las puso más mimosas que nunca. Y aquí están las fotos, sin clics, sin ruidos… Al menos en ese momento. Ahora, seguramente, sobrevendrá la explosión.
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